Olvídense de polémicas intelectuales a la francesa, de críticos indignados a la española, de desmayos y vómitos en las salas y del orondo ego del director. A estas alturas, lo realmente interesante ante cada nueva película de Lars von Trier es comprobar si su (desbordante) creatividad estará a la altura de su (endiablada) inteligencia.
Y lo demuestra en esta su última película, con momentos muy desagradables, sobre todo en su parte final y la perfecta interpretación de Willem Dafoe, Charlotte Gainsbourg.
LO MEJOR: el prólogo y el epílogo de inquietante y dura belleza.
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